EN LA COMPAÑÍA GUAJAYVITY DE YAGUARÓN VIVEN LOS INTEGRANTES DE LA BANDA PETEKE-PETEKE. De vida sencilla y rústica, estos músicos populares son herederos de una antigua expresión instrumental surgida en los pueblos paraguayos fundados en los siglos XVII y XVIII. Hoy, su arte ancestral está considerado uno de los últimos en su género. A cinco kilómetros del centro de Yaguarón se ubica la compañía Guajayvity, donde la vida rural todavía es palpable. Hay casas levantadas con troncos de madera, adobe crudo y paja (kapii). Abundan los animales domésticos y los niños. Se vive en comunidad, sin cercas ni alambrados.
Llegar a Guajayvity en un día lluvioso es algo diferente. Del ramal empedrado que une Yaguarón con Pirayú, al costado de la Escuela Catalina de Cáceres hay que entrar un kilómetro por camino de tierra colorada que al mojarse se vuelve muy resbaloso. Sin embargo, el cielo plateado potencia las tonalidades verdes de la tupida vegetación que suelta aromas del bosque. El olor a coco fresco recuerda la llegada de diciembre, tiempo de pesebres. Entre gallinas, patos y el infaltable perro, en el fogón de la cocina las llamas apuran un sabroso puchero que en la mesa humeará al mediodía. En este ambiente sencillo, sin prisas ni ambiciones, vive la familia Garay, la que da vida a la Banda Peteke-Peteke. Y es don Gumercindo Garay, nacido en Guajayvity el 13 de enero de 1933, el último sobreviviente de los músicos que conformaban Peteke-Peteke, allá por el año 1957, cuando él se incorporó a la edad de 24. «Yo me fui al cuartel en Concepción, terminé mi servicio militar en 1952 y volví aquí a mi casa. En ese tiempo, andaba detrás de los que tocaban y miraba cómo lo hacían. Por ahí me dijeron si quería entrar al grupo, me entusiasmé y aprendí a tocar la caja (peteke). Ahora soy el jefe», comenta en guaraní el anfitrión.
Dos años antes de hacerse músico, en 1955, don Gumercindo se casó con Estefana Matilde Guanes, nacida también en Guajayvity, el 26 de diciembre de 1935. La pareja trajo al mundo ocho hijos que crecieron viendo al padre ejecutar instrumentos. Y solo con observar, también aprendieron a tocar. Con la desaparición física de los viejos integrantes, se fueron incorporando y ahora el grupo es netamente familiar. A don Gumercindo le acompañan su hijo Doroteo (43) y sus nietos, los hermanos Florentino (31), y Salvador Rojas Garay (22).
Doroteo ejecuta la caja, Florentino toca el mimby (flauta) y Salvador maneja el gualambáu (arco sonoro). De vez en cuando, para actuaciones importantes, se suman Lorenzo y Cecilio, otro hijo y otro nieto del director de la banda. Ambos no se dedican en forma permanente por cuestiones laborales que cumplen en Asunción. «Solo los que estamos acá nos vamos a actuar cuando nos llaman. Tampoco hay tantos pedidos hoy día», agrega don Gumercindo.
Sus presentaciones clásicas se dan el 3 de febrero en la fiesta de San Blas, en la compañía Caaguazú de Itá; el 16 de agosto en la celebración de San Roque, que según la tradición oral del lugar fue el primer santo patrón de Yaguarón, y el primer domingo de setiembre, para acompañar la procesión del kurusu San Roque hasta su oratorio del kilómetro 52. «Algunos festivales folclóricos nos suelen invitar y con gusto vamos a tocar», aporta Doroteo. Al igual que su padre y sus sobrinos músicos, Doroteo se dedica a la agricultura. Cultiva mandioca, maní, maíz, poroto y tomate en la tierra que les pertenece. «Es solamente para consumo casero», señala con una sonrisa.
Hace ocho años, él y su esposa Enriqueta Guanes (42) decidieron casarse para formalizar la relación que iniciaron mucho antes. La casa de troncos de madera, adobe crudo y paja que Doroteo va levantando «despacito» da cobijo a seis de los siete hijos de la pareja, pues Pedro Javier, el mayor había muerto al año y siete meses. Quedan Fabiana Vidalina, de 16; Sergio de 15; Víctor Ramón, de 13; Francisco Daniel, de 8; Julia Noemí, de 4, y Nancy Elizabeth, de 2. Engrosa la familia, David, el pequeño de 2 añitos, hijo de un primo de Enriqueta. «Todos cuando alcanzan la edad ya van a la escuela», hace saber la madre. Despreocupados de los rigores de la vida, los niños retozan a sus anchas por esos campos embellecidos por los yuyos que crecen vigorosos y dan coloridas flores. Sonríen con natural espontaneidad y curiosean detrás de los mayores. Francisco Daniel se mantiene atento a todo lo que hace y dice su padre, porque él ya avisó que quiere ser parte de la banda. «Me gusta la música», dice sin ocultar su infantil timidez.
De repertorio meramente instrumental, Peteke-Peteke es, a decir del antropólogo Guillermo Mito Sequera, «uno de los rarísimos grupos populares casi en extinción en el Paraguay». Pero sus integrantes lo toman con reflexiva naturalidad. «Nosotros no estudiamos, solamente aprendemos de oído. Salvador, por ejemplo, tuvo que escuchar por horas las grabaciones que tenemos y así practicó hasta que supo ejecutar el gualambáu», indica don Gumercindo. Lo que sí le preocupa al abuelo es que «los grandes ya no quieren enseñar a los pequeños». No hay ensayos ni instrucciones. Cada uno sabe su parte a la hora de tocar cualquiera de los diez temas que conforman el repertorio del grupo.
«Estamos aún a tiempo para corregir rumbos respecto a esta reliquia ancestral que sobrevive a la indiferencia», advierte Sequera. El investigador había realizado colectas y registros de la tradición oral en zona de Yaguarón entre los años 1970 y 1972. Consigna en sus escritos que la Banda Peteke-Peteke, también denominada Banda Angua pararã-perere, es originaria del pueblo de San Buenaventura de Yaguarón, antigua misión franciscana fundada el 4 de noviembre de 1622 por Fray Luis de Bolaños. «Constituye una de las expresiones originales de nuestra música popular. El grupo está constituido por músicos populares no profesionales, campesinos originarios de la compañía Guajayvity».
Sobre los instrumentos utilizados por los integrantes de Peteke-Peteke, Mito Sequera hace la siguiente clasificación: «Aerófonos: o instrumentos de viento. El turú hecho en cuerno de ganado vacuno. Instrumento utilizado en épocas anteriores como signo comunicativo entre comunidades distantes en diversas manifestaciones correspondientes al calendario agrícola o religioso de la localidad (ahora en desuso). Por el otro, los Mimby de la Peteke denotan, por el número de agujeros, una influencia europea».
Elementos cordófonos: «El gualambáu, antiguo cordófono utilizado en rituales mágicos indígenas, está formado por una cuerda tendida de un bastón flexible de 1, 20 centímetros. La cuerda es percutada o excitada por un palito. El sonido del mismo es amplificado, en este caso, por una calabaza (hya) fijada sobre el bastón. El gualambáu o arco musical adquiere dos funciones según la improvisación del ejecutante: una rítmica ternaria, otra melódico-rítmica con la utilización de intervalos agudos-graves sobre la cuerda debido a la presión del arco».
Instrumentos percusivos: «Lo tambores o los angua pararã son cajas cilíndricas de madera recubierta de pieles de animales en sus extremidades. La parte superior de la piel (hova) o piel de batería sobre la cual es golpeada. La parte inferior o piel de timbre posee una cuerda tensa a la cual está inserta un palito de madera cuya función es la de vibrar sobre la piel. Las pieles son presionadas sobre dos círculos de madera agujereadas en diferentes puntos de manera a asegurar los tirantes en cuero que tienden las pieles y permiten según el nivel de presión obtener un sonido más agudo. Los tambores son golpeados con un par de palos de madera».
Estas explicaciones están registradas en un folleto que acompaña el CD de la Banda Peteke-Peteke, grabado en el año 2004 con apoyo del Fondec (Fondo Nacional de la Cultura y las Artes). El material sonoro contiene relatos, entrevistas y diversos toques característicos de la agrupación musical. «Explicación que refiere de manera significativa la representación colectiva y sonora de la historia paraguaya, bajo el choque de dos corrientes culturales opuestas: la indígena y la europea. Experiencia original e irreemplazable, placer y emoción profunda de conocimiento de lo que fuimos y lo que somos», concluye Guillermo Sequera.
Conformación anterior. En 1971, la Banda Peteke-Peteke estaba integrada por siete músicos. De ellos apenas uno queda vivo en la actualidad: Manuel Colmán (turú), Simón Portillo (1er. mimby), Gumercindo Garay (2º. mimby), Ramón Rodríguez (1er. angua), Memesio Paredes (2º. angua), Bernardo Guanes (3er. Angua) y Juan Gregorio Aguayo (gualambáu).
Yaguarón. Se ubica a 48 kilómetros de Asunción, por ruta asfaltada N° 1 Mariscal Francisco Solano López. La localidad es afamada por la iglesia de San Buenaventura que fue construida por los franciscanos en el siglo XVII y conserva en su interior maravillosas obras del estilo barroco. En el lugar existe también un atractivo museo que guarda objetos coloniales pertenecientes a la familia del doctor José Gaspar Rodríguez de Francia.
Temas principales. Los toques clásicos del grupo son: Cacique Jaguarú, Tapera kamby, San Roque, Procesión, Guarambaré, Chirikóte, Achuita, Campamento Cerro León, Che Vallemi Yaguarón, San Francisco Solano y Kurusu San Roque.
FOTOS: ABC Color/Andrés Cristaldo
Artículo de JAVIER YUBI
dición impresa del diario ABC COLOR
Del 12 de diciembre del 2010
Fuente digital: ABC COLOR – DIGITAL / PARAGUAY